La confianza se ha convertido en la moneda más valiosa del sector TI. En un contexto en el que las ciberamenazas crecen, los clientes comparan proveedores no solo por precio o funcionalidades, sino por la seguridad con la que pueden operar. Hoy, ser ciberseguro no es solo una obligación técnica: es un argumento de venta directo, capaz de acelerar oportunidades y cerrar contratos.
Si sigues pensando que la Inteligencia Artificial se resume a escribirle prompts a un chat, estás dejando dinero-y sobre todo tiempo- sobre la mesa.
Invertir en marketing sin medir el retorno es como navegar en la niebla: avanzas, pero sin saber si te diriges a un puerto seguro o directamente hacia las rocas. En el competitivo sector tecnológico B2B, donde cada euro del presupuesto cuenta y los ciclos de venta se alargan, esta sensación de incertidumbre no es solo incómoda, es peligrosa para el negocio.
En un mundo saturado de datos, la verdadera ventaja competitiva ya no está en recopilarlos, sino en comprenderlos a una velocidad y profundidad que hoy parecen ciencia ficción. Mientras muchos directores de marketing afinan sus estrategias de IA y Big Data, en el horizonte tecnológico ya se dibuja la próxima gran disrupción: la computación cuántica.
¿Te ha pasado que lanzas una campaña de email marketing con una base de datos perfectamente segmentada, pero la tasa de respuesta no llega ni al 2%? ¿O que dedicas horas a conectar en LinkedIn, crear contenido, enviar mensajes… y aun así cuesta transformar esas interacciones en reuniones reales?
¿Te suena esta situación? Inviertes tiempo, esfuerzo y presupuesto en una campaña de marketing B2B, lanzas tus mensajes con la mejor de las intenciones y… silencio. O, peor aún, recibes respuestas de empresas que no encajan en absoluto con tu perfil de cliente ideal. Es como gritar en mitad de un estadio lleno esperando que justo la persona que buscas te escuche. Frustrante, ¿verdad?